Por Lucía Andrea
Diseñadora, antropóloga y empresaria de moda
Buena parte de los estudios relacionados a la vestimenta y, en consecuencia, a la moda, parten de conceptos de la semiótica. Según Daniel Miller, en su libro “Stuff” (2013) es necesario ir más lejos.
El problema de la semiótica, según él, es que esta considera la ropa (y accesorios, adornos, etc.) como meros siervos, cuya tarea apenas es representar a los seres humanos. Ese es el motivo por el cual se acusa a la moda, tantas veces, de superficial.
Normalmente, concebimos a los seres humanos dotados de dos extremos: la superficie y el interior. Ese interior (el «alma») vendría a ser lo que realmente somos. Pero el autor sugiere que pensemos en las personas como si fueran cebollas: Al pelar una cebolla vamos retirando capas y más capas, hasta que al final no resta nada.
Cuando consideramos que la vestimenta es algo que está alojada en la superficie de los seres, pasamos a considerar superficiales a las personas que le dan importancia. Nuestro imaginario occidental está poblado de sátiras a las personas que dedican mucho tiempo comprando ropa, como si estas carecieran de inteligencia para pensar en otros asuntos a no ser en “superficialidades”.
Sumário
Trinidad
Daniel Miller realizó un estudio en la isla de Trinidad, en las Antillas. Observó que allí las personas que no tenían acceso a la electricidad o agua potable, tranquilamente poseían por lo menos 20 pares de zapatos. ¿Por qué los Triniteños gastarían sus escasos recursos en ropa?
Los Triniteños en general sienten horror a cualquier cosa que sea interiorizada. Prefieren siempre la superficie, inclusive tratándose de relaciones. Para ellos la verdad reside en el exterior y la mentira en el interior – exactamente lo opuesto a la sociedad que conocemos.
En Trinidad, no tiene sentido preguntar sobre el trabajo de alguien. Lo que define a una persona son las cosas que escoge hacer libremente y no las que se les impone, es decir sus obligaciones. Tampoco importa lo que una persona ha sido y sí lo que muestra ser hoy. Castas y jerarquías no tienen sentido en Trinidad.
Los triniteños, por lo tanto deben arreglarse para lucir diariamente. Todos los eventos merecen un traje nuevo, sin importar si el look hace parte de la tendencia global o no: lo que realmente importa es que las prendas o la combinación de ellas sean novedosas. Es la apariencia, la superficie, lo que define a la persona, por lo tanto hace mucho sentido pasar bastante tiempo preocupado por la ropa.
Indios amazónicos
La relación de los indios amazónicos con sus objetos tiene mucho que enseñarnos sobre la relación que tenemos con nuestros propios objetos. Cada grupo amazónico tiene sus particularidades, pero en líneas generales podemos encontrar algunas características relevantes para nuestro texto.
El cuerpo, para los indígenas, no es un mero sustrato biológico que se desarrolla independientemente de nuestra voluntad, como lo es en la visión occidental. El cuerpo indígena necesita ser construido, forjado, producido a través de intervenciones como ornamentos, pinturas corporales, etc. No existe una oposición entre el cuerpo y alma, y aún más, en una de las tantas lenguas amazónicas, “cuerpo” y “alma” son una misma palabra.
Estas sociedades invierten enormemente en su cuerpo. Poseen rituales que marcan los momentos de transformación de los mismos. Estas transformaciones corporales son responsables por conferir ciertas cualidades sociales deseables. Un cuerpo, para ser considerado humano, debe estar ornamentado.
Para estas sociedades, la ética y la estética no existen separadas una de la otra. La estética es la responsable por proveer ciertas cualidades morales, o sea, por la ética. Ser bello y ornamentado (estético) implica poseer cualidades moralmente deseables (ético).
¿Y por qué es importante saber todo esto?
Es un hecho innegable que a nuestro planeta le urgen cambios de comportamiento, tanto a nivel social como ambiental. Y las áreas como el diseño de moda y la publicidad poseen una responsabilidad extra en el asunto, pues son las encargadas de la producción de muchos bienes materiales que circulan por nuestras sociedades.
Es infructífero, sin embargo, condenar el consumo y el materialismo. Personas y artefactos no son antagónicos, y nosotros no nos tornaremos menos humanos por poseer devoción a los objetos. Los triniteños nos enseñan que a veces la verdad reside en la superficie del ser, y no en el fondo de nuestras almas. Y los indios amazónicos nos hacen salir del lugar común al proponer que ética y estética sean una sola cosa.
¿Es posible que pasemos mucho tiempo intentando separar superficie de interioridad y ética de estética y por eso dejamos de advertir cuánto la vestimenta y los objetos están entrañados en nuestras culturas? Tal vez ese sea uno de los motivos por el cual aún tengamos tanta dificultad para entender la moda y percibir el papel que esta posee en la sociedad. ¿Cómo podríamos proponer cambios reales si no sabemos con cuál fenómeno estamos lidiando?